Una familia. CD. Villacañas 2 - Tarancón 1.



 Hay pocas cosas que unan más en este país, tragedias al margen, que los éxitos de la selección española. Aquí no hay rivalidades futbolísticas, guerra de clubs u otras situaciones que los hábiles dirigentes de este país utilizan para dividir y sacar rédito personal.


Así, podemos señalar que este verano fue uno de los más fructíferos, futbolísticamente hablando, para nuestro país. Al oro de los JJOO, ganada a la anfitriona en la final, se sumaba la Champions del Real Madrid y el Campeonato Europeo ganado por la Selección absoluta.





Este éxito de la selección tuvo precedentes puesto que hace una década, década y media, nuestro país dominaba el mundo del balompié con una generación irrepetible, espero equivocarme y que en el futuro podamos mejorarla, en el que prácticamente todos los integrantes tenían un papel fundamental en sus clubs. Clubes punteros en toda Europa y jugadores diferenciales, muy distintos entre ellos y complementarios, que hacían las delicias de los aficionados.


Los Xavi, Villa, Ramos, Iniesta, Torres… es probablemente la mejor generación que ha dado este país. Un equipo que poco a poco comenzó a triunfar y a revertir esa sensación que siempre perseguía a nuestro país en las grandes citas: “los dichosos Cuartos de final”, “los malditos penaltis”, “el codazo a Luis Enrique “… Daba igual el motivo o la fase eliminatoria en la que nos encontráramos que ese aura de mala suerte siempre nos perseguía.


Esa dinastía, que probablemente no se repita, hacía que nos presentáramos a esta Eurocopa sin el cartel de favoritos. 


Y seamos sinceros, viendo la lista del seleccionador, nadie podía creer que esos jugadores pudieran levantar el título. Ni siquiera los más optimistas.


Además, las típicas discusiones absurdas, alimentadas por la prensa patria, no hacían otra cosa sino desmerecer el esfuerzo de unos chavales y un cuerpo técnico que sí confiaba en sus posibilidades.


Ahora quizás no se recuerde pero allá por mayo solo se hablaba que no teníamos centrales de garantías y que cómo un tipo, francés, nacionalizado, titular en la liga de Arabia Saudí podría comandar la defensa. O un tipo como Cucurella pudiera si tan siquiera hacer sombra a los Jordi Alba, etc.


Del medio del campo mejor no hablar porque aún recuerdo la polémica cuando el seleccionador alabó a Fabián Ruiz situándolo entre los mejores del mundo provocando poca unanimidad. O Pedri, un chaval tan bueno como irregular a causa de las lesiones.


Los goles serían obra de Morata, un chaval que tiene un corazón que no le cabe en el pecho, siempre colaborando en causas sociales sin buscar el aplauso de nadie. Un chico que ayuda a los demás sin pedir nada a cambio y que ha tenido que aguantar, y tendrá que seguir aguantando, multitud de mofas. Así somos con él. Ídolo en Italia, defenestrado en nuestro país. 


Probablemente, al margen de Carvajal y Rodri, y un incipiente Yamal, me atrevería a decir que ninguno de los titulares sería jugador indiscutible en los 4-5 equipos mejores de Europa. O al menos, eso se decía.


Con todos estos ingredientes, sin la vitola de favorito, eliminada de carteles anunciadores por la UEFA, se presentaban nuestros representantes en el europeo. Pocos creían en nuestra selección.




De la Fuente consiguió un hito extraordinario que pocos hubieran pronosticado. Ese equipo fue poco a poco ganando partidos pero, además de eso, convencían mostrando un juego compacto, alegre de ver. Un equipo serio y solidario, comprometido. Un bloque que despertaba el elogio de los que presenciaban sus encuentros. “No hay nadie que juegue como España” eran algunos de los titulares de medios extranjeros.


Proyectaban una unidad y una ilusión que pocos equipos conseguían. Unos chavales que, sin presión pero con muchas ganas de demostrar que estaban preparados para competir, fueron plantando cara a sus rivales partido tras partido. Ellos se sabían ganadores, aunque nosotros no hubiéramos percibido lo mismo.


Lo que el cuerpo técnico consiguió fue digno de alabar. No se amilanaron y fueron fieles a una idea. A una filosofía. No amedrentarse fue quizás clave para crecer según avanzaba el torneo. (¡Cómo no acordarse de la rueda de prensa ante Italia!).







Esa personalidad y ser fuertes a nivel colectivo, dejando atrás las individualidades, los egos. Poner en valor al grupo, sabiendo que todos unidos son más fuertes que cualquier jugador que quiera librar una batalla por su cuenta. 



Construir ese grupo no es fácil pero transformarlo hasta el punto de convertirlo en una familia es aún más complicado.






El mérito de nuestra selección fue enorme porque no es que tuviera que afrontar multitud de dificultades durante el torneo, como es lógico, sino que tuvo que enfrentarse a los mejores equipo de nuestro continente. 


Italia, Alemania, Francia, Inglaterra no fueron equipos asequibles. Y, además, eran favoritos, sobre el papel, cuando nos enfrentamos a ellos…


Pero lo maravilloso de este deporte es que no siempre gana el rival que tiene más nombre, mejores jugadores o mayores recursos. Tampoco el que tiene mayor impacto o relevancia en los medios de comunicación.


Lo bueno es que cualquier rival puede ganar. Cualquier equipo que tenga compromiso, se esfuerce y crea en sus posibilidades es capaz de poder tocar la gloria. Competir por objetivos más ambiciosos, eliminar límites y verse con posibilidades de ser triunfador depende del convencimiento de todos y cada uno de los integrantes de un equipo.


Esa España de De La Fuente dio una lección a todo el mundo de que no hay que hacer caso a lo que esté establecido sobre el papel, a que no tengamos la certeza de que algo vaya, o no, a ocurrir porque el resto del mundo opine lo contrario. O que constantemente alguien diga que no tienes posibilidades de alcanzarlo.





Esa selección se presentó con ganas de competir, disfrutar y poner en valor toda la ilusión y esfuerzo que trabajaron como grupo. Nadie creyó en ellos, y probablemente alguno de ellos en un primer momento tampoco. Pudieron tener dudas y pensar que todo sería una ilusión irrealizable, un sueño tan bonito como inalcanzable.


La lección que este grupo nos deja es que es posible triunfar sin tener los “mejores” jugadores pero presentándote a competir siendo el mejor grupo, el mejor equipo. 







Y es que ser una familia fue, quizás, la clave de ese éxito tan extraordinario que quedará siempre para la historia.





Frente Panocha.

Cd Villacañas.

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